Los condenados de la tierra es una especie de pequeño manual sobre la descolonización, para uso de los colonizados. También es el lugar donde expone su teoría de la violencia, cuyas
ideas centrales están dispersas por todo el libro: la violencia del colonizado tiene dos orígenes: la percepción racional de que sólo es posible vencer al colonizador mediante la fuerza de las
armas y la violencia estructural ejercida sobre cada colonizado (sobre cada argelino, en este caso concreto) lleva a provocar un estallido de locura que se transforma en un impulso
liberador.
En el libro se destacan la tierra y el pan como puntos clave del programa de la guerrilla, la elección como sujeto revolucionario del campesino y se da una gran importancia al movimiento de las
mujeres: un país subdesarrollado debe abstenerse de perpetuar las tradiciones feudales que consagran la prioridad del elemento masculino sobre el elemento femenino.
Todo el libro está recorrido por una idea motriz: hay que elevar al pueblo, ampliar el cerebro del pueblo, llenarlo, diferenciarlo, humanizarlo, hasta el grito final: "compañeros, hay que
cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear hombres nuevos".