Crimea sigue siendo la cuestión

José Solano Solano

15 de Abril de 2014

Una breve contextualización

 

En 1853 dio comienzo la Guerra de Crimea. Fue la primera guerra imperialista europea desde la Batalla de las Naciones contra Napoleón y el precedente inmediato de lo que se considera la última guerra de este tipo: la Primera Guerra Mundial. Es, además, el primer conflicto bélico moderno por el tipo de armas que se utilizaron. Duroselle recuerda que en “la única gran base naval rusa en el mar Negro, Sebastopol en Crimea” [1] era un punto medular de ocupación por parte de los viejos imperios europeos que se enfrentaban en aquel entonces. La sección oriental de Europa tomaba nuevas dimensiones, mismas que, como se dijo, darían inicio al primer gran conflicto del siglo XX.

 

Por lo anterior, lo que hoy se desarrolla entre las principales potencias militares del planeta tiene un asidero histórico que es fundamental comprender, pues el territorio de Crimea es geoestratégico en los intereses euroestadounidenses y rusos. Unos por meter freno a planes expansionistas solapados de los rusos; otros por tratar de retomar el control de la Europa Oriental y el acceso al Mediterráneo con la ligereza de otrora.

 

Lo poco que se percibió de Ucrania

 

La crisis en Ucrania despertó a la opinión pública internacional. Hasta la fecha, comprender la complejidad que allí ocurre, implicaría hacer un breve análisis sobre cuatro ejes concretos: el intento de acercamiento a Rusia, el surgimiento de las movilizaciones como rechazo a la política prorusa, el financiamiento de grupos fascistas, los difusos intereses locales.

 

En el primer caso, se trata del desencadenante del conflicto. El intento de acercamiento a Rusia por parte de Yanukovich le costó caro. Tenía la oposición de un sector de la población que quería un cambio en las relaciones económicas y que veía de reojo a la Unión Europea, y esta, a su vez, quería ese importante eslabón para su cadena oriental. Ucrania representa un mercado enorme con más de cuarenta millones de personas y con una clase dirigente ansiosa de buenos negocios con la decadente Unión Europea.

 

Por otro lado está el surgimiento de las movilizaciones de rechazo hacia la política de Yanukovich, desencadenada en noviembre y que implicaba la necesidad de un acercamiento a la Unión Europea, significaba para un amplio sector de la población, el deseo “de librarse de unas fuerzas de seguridad que campan por sus respetos en punto a torturar y asesinar; o la de poder viajar libremente; o la de poder vivir en un país cuyos tribunales de justicia no estén completamente a merced de la misma mafia que impera en el aparato estatal” [2]. Aunque suene extraño, los ucranianos prefieren ingresar a un sistema poco funcional y a mediano plazo desaparecido, que seguir siendo el monigote de los políticos de turno, muy cercanos a los grandes intereses rusos.

 

Luego aparecen en escena los grupos fascistas. Como por arte de magia, la extrema derecha se ha desencadenado desenfrenadamente por toda la Europa exsoviética. Existen poderosos intereses internos y externos en fortalecer estos extremismos nacionalistas, los cuales tienen una agenda propia, alejada de los intereses de la mayoría. A esto se le suman intervenciones directas o indirectas de organizaciones criminales internacionales como la CIA, institución sedienta de colaborar con estas agrupaciones, así como aquellos fundamentalistas neonazis que rondan los pasillos de la burocracia ucraniana, esperando que se aseste el golpe definitivo. Mientras tanto, la izquierda, desmovilizada por completo, observa expectante el posible fatídico desenlace de esta historia.

 

Finalmente, los difusos intereses locales es lo que más inquieta a quien escribe estas líneas. Más allá de un interés por ingresar a una Unión Europea cada vez más marchita, o bien de adherirse a una política corrupta, nepótica y oligarca rusa; el pensamiento del grueso de la gente común es el que aquí interesa. Quizás, “el problema de raíz es una cuestión de pérdida de gran parte de la legitimidad política conseguida con la victoria de 2010” [3] de Yanukovich, quien representa a la oligarquía prorusa. A lo anterior debe sumársele la multiplicidad étnica del país, lo que implica una marcada división de intereses sociales y económicos no satisfechos, lo que ha sido una invitación para que los grupos fascistas aparezcan en la escalada de violencia. Sin embargo, en el juego de la política, estos son los actores siempre callados, los que no importan en el juego imperialista de uno u otro bando, de los intereses creados por parte de los títeres gobernantes.

 

Crimea otra vez

 

Los sucesos que procedieron a la caída de Yanukovich y a la violencia generalizada por parte de los extremismos políticos, conllevó a una nueva etapa del conflicto en Ucrania: la situación de Crimea. Esta pequeña península mayoritariamente rusa y en menor medida ucraniana y tártara, ha sido el eje de tensiones entre la exrepública soviética y los ucranianos desde la caída del Muro de Berlín. Los mismos intereses son los que rondan en Crimea, los mismos que hace más de ciento cuenta años. Rusia pretende legitimar la adhesión de la península con la excusa de que los rusoparlantes corrían peligro con el contexto ucraniano. Sobra que la ONU afirme que los rusos estaban realmente amenazados [4], esto es más que evidente pues este sector es una minoría en Ucrania. La realidad va más allá de eso, se trata de una estrategia necesaria en el tablero geopolítico.

 

Con tensiones cada vez mayores en Medio Oriente por el asunto iraní y sirio, sumado al eterno problema palestino-israelí, así como la guerra sin fin en Irak y Afganistán, más la inestabilidad que se opera en el mundo árabe, principalmente Egipto, los intereses imperiales de Rusia (principal proveedor de tecnología nuclear de la región), Estados Unidos (con lógica de dominación sobre esta zona) y Europa (tratando de posicionarse en medio de su decadencia), aunado al peligro latente del poderoso mercado chino en expansión hacia esta región, genera mayores dificultades para acabar con el problema. Ucrania, como se dijo, es ese eslabón que en estos momentos puede ser una piedra en el zapato para cualquiera de las fuerzas en conflicto, aunque hay un marcado juego contra Rusia desde las posiciones occidentales.

 

En este asunto hay un problema mayor, los flancos por donde se desenvuelve el conflicto son varios y agrestes. Por un lado están las posiciones estadounidenses y europeas promoviendo la violencia apoyando al gobierno interino ucraniano; por otro lado está Rusia apoyando la toma de edificios y ocupaciones en el este de Ucrania, lo que podría tomarse como una intervención directa no oficial, a la vez que otorga un marco legal que busque legitimar la anexión de Crimea. En un punto adicional se hayan los más reaccionarios y oportunistas: el movimiento fascista ucraniano, probablemente patrocinado por intereses locales y extranjeros muy relacionados con Estados Unidos y Europa, con pretensiones nacionalistas exacerbadas que vienen a socavar la fragilidad multiétnica del país. En el fuego cruzado está la población, imbuida en un conflicto que perdió toda legitimidad y que empieza a tornarse en guerra civil. El interés es más que claro: un juego del capitalismo imperial. Ucrania es fundamental para Rusia desde tiempos inmemoriales, igualmente lo fue durante su paso por la Unión Soviética [5]. Se repite, por tanto, el interés sobre Crimea y Ucrania, es el mismo de otrora, es un asunto del despotismo ruso y estadounidense.

 

Notas

 

[1] Duroselle, Jean Baptista (1975). Europa de 1815 hasta nuestros días. Vida política y relaciones internacionales. Editorial Labor: Barcelona, España, pp. 29-30.

[2] Varoufakis, Yanis (2014). Sobre Ucrania. Revista Paquidermo. En: http://www.revistapaquidermo.com/archives/10180

[3] Riu, Abel (2014). Ucrania para dummies: ¿por qué la gente se está manifestando? United Explanations. En: http://www.unitedexplanations.org/2014/01/29/ucrania-para-dummies/

[4] RTVE.es (2014). La ONU dice que los rusos en Crimea exageraron estar amenazados para integrarse en Rusia. En: http://www.rtve.es/noticias/20140415/onu-denuncia-propaganda-prorrusa-ucrania-discursos-odio-todas-partes/919744.shtml

[5] Trotsky, León (1934). La cuestión ucraniana. En: http://www.sobhonduras.org/index.php/historia-teoria/55-revolucionarios/leon-trotsky/346-la-cuestion-ucraniana

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